Decía el poeta que antigüamente la mayoría de los niños andaluces soñaban con ser toreros de renombre. Yo, que lejos de ser niño y mucho menos andaluz, sino que más bien me temo que pertenezco a una de las clases de cefalópodos de las que el hombre posee conocimiento, también tenía mis propias aspiraciones en la vida. Y digo tenía porque escribo desde una de las más adversas situaciones a la que me he visto obligado afrontar desde mi condición de calamar. Me refiero, naturalmente, al desempleo.
Es duro que te den la patada cuando uno ha puesto su vida y alma en el trabajo. En mi caso concreto, mi ocupación supuso unos 15 años como entintador al servicio de las prestigiosa gaceta de tirada internacional Daily Ugly. Un buen día, sin ninguna queja previa durante los años que estuve al servicio de la empresa me despidieron. Me acusaron de resaltar excesivamente la palabra confeti en la publicación correspondiente al 2 de octubre de 1.989, lo cual fue calificado como falta muy grave por los dirigentes del periódico, dada la evidente mala intención con la que estaba realizada dicha acción según ellos. Acción que, dicho sea de paso estoy convencido que fue realizada con premeditación, nocturnidad, alevosía y abyección por mi entonces compañera de trabajo y raza, la llamada Srta. Tiffany. En el fondo, ahora que lo observo con perspectiva, es algo que ya sabía. Desde que vi asomarse en la oficina a esa ambiciosa sepia agitando sensualmente sus tentáculos y guiñando su ojo, en un gesto lleno de artificiosidad, supe que iba a traerme problemas. Intuía su condición de pisacabezas a cualquier precio.
Que le aproveche mi puesto; ya me da igual. Ahora tengo más amigos que antes que se encuentran en idéntica situación a la mía. Y es que otra cosa no, pero el desempleo hace que conozcas gente. Entre entrevistas de trabajo, pruebas de selección y cursos de formación, uno tiene la agenda telefónica repleta.
Lo único negativo es que siempre que nos encontramos fruto del azar en mitad de una calle, dos de nosotros, sujetos sin empleo, tras el el saludo de rigor la pregunta siempre es la misma: ¿qué tal? ¿estas currando?
domingo, marzo 16, 2008
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