jueves, junio 10, 2010

Jardines y Cemento

29 de Junio de 1994. En Washington D.C, en el RFK Stadium se disputa el último partido correspondiente al grupo F de la fase de clasificación entre Bélgica y la debutante Arabia Saudí, en el primer mundial de fútbol disputado en Estados Unidos. Apenas se llevan disputados cinco minutos, cuando el número diez del combinado saudita, la talentosa estrella del Al-Shabab, Saeed Al-Owairan, quizás poseído por el espírtu de Maradona'86 recoge el balón en su propio campo y en veloz carrera se deshace de hasta cuatro diablos rojos para introducir finalmente el balón en la portería rival. Este gol, no sólo sería uno de los más bellos logrados en la historia de la Copa del Mundo, sino que además supuso la histórica clasificación de su selección para los octavos de final, tras empatar a seis puntos con un combinado belga que acaba el partido acordándose de tiempos mejores, cuando ocho años antes disputaron las semifinales contra Argentina. Mientras Al-Owairan aún daba gracias a Alá por ayudarle a marcar el gol, sus rivales belgas meditaban que quizás hubieran debido de rezarle a algún dios en lugar de hacerlo a la mascota oficial, el perro Striker.
Actualmente, en el año en que murió Paul Newman el fútbol es el mundo al revés. Brasil abandonó hace varios años su tradicional jogo bonito por un estillo de juego a la alemana en el que buscan correr en contraataque y la efectividad a balón parado. Los jugones se quedaron en casa y los obreros viajaron a Sudáfrica. Inglaterra también acogió una fórmula parecida y busca técnicos extranjeros que les den orden, disciplina y cada vez menos cerveza. España abandonó la tantas veces invocada furia roja por la imaginación y el toque preciso. Italia al fin, sigue siendo la misma.
Cada vez hay menos jugadores con la osadía que demostró Al-Owairan, que fue conocido a partir de su gol en Estados Unidos como el Maradona del Golfo Pérsico, que nunca jugó en un club extranjero y que en 1996 fue condenado por conducta no musulmana.
Quizás sea culpa de la globalización que casi todas las selecciones jueguen al contraataque y se busque la excelencia física en detrimento del regate, tan dificil de ver hoy día como a un buitre leonado. Así, el fútbol  de hoy me recuerda a las plazas públicas de mi ciudad. Cada vez tienen más cemento y menos jardines.