lunes, agosto 16, 2010

Gilgamesh


Me lo había prometido. Si alguna vez, en un bar de copas, saliera de mis labios la palabra Gilgamesh, acudiría a la clínica de desintoxicación más cercana urgentemente.

Aunque no lo recuerdo con exactitud no me es dificil adivinar cual fue la inmediata reacción de los afectados  -¿Ha dicho Gilgamesh?-

Asíduo de los clubs, tras mi rehabilitación, sentí la necesidad de seguir acudiendo a los lugares que me habían dado y quitado tanto, con firme empeño de mantenerme firme en mi sobriedad, evitando así mentar a ningún rey babilonio para beneficio de mis posibles interlocutores.

Pronto confirmé mis temores. No disfrutaba del diálogo sin nada hercúleo que echarme al coleto. Pensé que entonces podría dedicarme a perseguir a las damas. Muchos lo hácían.

Recordé mi lejana época de galanteo. En aquellos tiempos yo flirteaba por dioptrías. Para mí, una mujer con seis de miopía y astigmatismo era como una señora casada y con dos hijos. Ahora, el mundo había cambiado gracias a la tecnología láser y me encontraba ciertamente desorientado.

Me topé por azar con uno de esos estudios realizados por la prestigiosa Universidad de Columbia que me dió la clave del éxito. Los hombres que visten de color rojo tienen más probabilidades de alcanzar la gloria en el juego de seducción.

Algo fallaba. Mi  recién adquirido traje de Santa Claus no lograba encandilar a las féminas. Decidí ser paciente. Esperaría hasta la Natividad. Una vez pasada esa fecha, volvería a abrir mi viejo libro de historia antigua.