Se atribuye la invención del penalti al portero y empresario William McCrum en 1890, en Milford, Irlanda del Norte. Se aplicaron por vez primera en Inglaterra en la temporada 1.891-92 y fue un tal Jon Heath del Wolverhampton Wandereres, el primero en ejecutar y marcar uno.
El tiro de penal como forma de desempate de los partidos fue ideada por el periodista Ramón Ballester, durante la edición del Trofeo Carranza de 1.962 celebrado en Cádiz. A mediados de los años 70, la FIFA estableció esta fórmula como modo de desempatar eliminatorias tras la prórroga.
Muchos son los penaltis que han pasado a la historia, de los cuales algunos entraron y otros no, y es que el penalti constituye esa delgada línea entre el éxito y el fracaso.
Quizás los más conocidos sean los ejecutados por Antonín Panenka y Johan Cruyff, pero la emoción del tiro desde once metros no sólo se vive en los grandes estadios.
Me cuentan que la mayor emoción vivida en un lanzamiento de penal no sucedió en Maracaná, ni en el estadio Azteca o el Camp Nou. Sucedió en la ciudad de Zaragoza, durante las tradicionales fiestas de la Virgen del Pilar. Un grupo de amigos, tras una noche de alcohol y algarabía toparon con un individuo que les ofrecía la posibilidad de alcanzar la gloria a cambio de unas monedas. Un único lanzamiento. Si entraba la pelota obtendrían un premio, en caso contrario, sólo les quedaría la compañera derrota. Los camaradas eligieron su campeón, como si de el rey David se tratase, y Goliat fuera el guardameta. La suerte estaba echada. La pelota entró por la escuadra en un golpeo extraordinario y todos aclamaron al héroe entre vítores. El premio, lejos de ser la copa Jules Rimet consistió en una botella de sidra de la que tuvieron que deshacerse porque fueron incapaces de abrirla.
lunes, febrero 02, 2009
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1 comentario:
Yo tiré ese penalty
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