Esta historia verídica tiene su origen en el justo momento en que mi ventrículo izquierdo desarrolló una profesión. Digamos que encontró una vocación a la que dedicar todo su empeño. Para mi asombro se hizo ventrílocuo de la noche a la mañana y me dí cuenta en el instante en que noté que había algo que hablaba a través de mi vientre.
Al principio lo llevé todo lo mejor que pude y viendo su enorme talento pronto llegamos a un acuerdo. Yo me sometería a una delicada operación quirúrgica a cambio de convertirme en su representante y él gozaría de plena libertad de movimientos para desarrollar sus pretensiones artísticas. Así fue como nos convertimos en socios inseparables a pesar de estar a partir de entonces físicamente disociados.
La operación fue un éxito. Me sustituyeron el ventrículo izquierdo por otro que había pertenecido a un saxofonista de Chicago, lo cual me aseguraría según los doctores una estupenda sístole y diástole a ritmo de jazz. Establecimos mi comisión en un 15% de los beneficios de las actuaciones y pronto comenzamos una gira por los pequeños clubes de la ciudad. La gira, de unos cuatro meses de duración resultó ser un gran éxito y casi de inmediato comenzaron los problemas.
A la gira de los pequeños clubes, le siguió otra por clubes de mayor aforo y todo discurría tan rápido que cuando nos dimos cuenta estábamos girando por los mejores teatros del país. Estábamos en una nube, la fama nos abrumaba, habíamos logrado poner de moda el denostado arte de la ventriloquía y pronto nos salieron miles de imitadores que intentaban en vano subirse al carro del éxito. Nuestra relación poco a poco se fue deteriorando en parte sobre todo a los caprichos de estrella de "Big" Henry (ese era su nombre artístico) que gastaba casi tanto como ganaba. Ni que decir tiene que a Henry lo conocían en todos los casinos, burdeles y bares de las ciudades a las que llegábamos y lo peor de todo es que en sus habituales escaramuzas nocturnas no cuidaba para nada su voz; es decir, su modo de ganarse la vida, lo que le permitía vivir de la manera en que lo hacía. Hablaba continuamente sin parar, chillaba, ponía mil y una voces distintas, imitaba a todo tipo de personajes, todo lo que fuera necesario para divertir a sus compañeros de escapadas y ganarse el favor de las damas; de manera que tras años de giras apenas ininterrumpidas, su instrumento vocal se fue resintiendo.
Al principio el público apenas lo notaba, el gran Henry tenía mucha experiencia y lograba conseguir el efecto vocal deseado bajando apenas medio tono en su pronunciación o simplemente prescindiendo de algún efecto forzado. Pero con el tiempo, el mal estado en que se encontraba su voz era un hecho consumado y no quedó más remedio que prescindir de alguno sus más aclamados personajes para evitar acabar definitivamete ronco. Lógicamente, el público que pagaba sus actuaciones quería ver los números que le habían convertido en una celebridad y al no no poder ofrecer a sus seguidores lo que estos le demandaban su fama se fue eclipsando irreversiblemente.
Hacía ya años que nuestra relación se encontraba bastante deteriorada, sobre todo por mis constantes reprimendas morales pero en el fondo nos apreciábamos mutuamente. De hecho, así me lo hizo saber en alguna que otra ocasión en uno de sus cada vez más frecuentes ciclos depresivos. Harto de ver como desperdiciaba su vida le hice una última oferta. Sólo me quedaría a cambio de un aumento del 5% en mi comisión. A cambio, yo aguantaría todos sus caprichos de estrella sin rechistar y observaría estoicamente su progresiva autodestrucción. Me echó a patadas no sin antes proferirme las palabras "miserable hijo de puta". Cuando días después pensaba que la situación era salvable, que todo se arreglaría, me llegó una carta de Henry en la cual me agradecía los servicios prestados incluyendo un talón con mi liquidación final. Sólo entonces fui consciente de que ahí se había acabado definitivamente todo.
Big Henry volvió a los pequeños clubes y garitos de mala muerte, arrastrándose con las pocas voces que aún era capaz de interpretar, continuando con sus malos hábitos y ganando lo justo para seguir viendo el amanecer del día siguiente. En cuanto a mí, probé sin demasiada fortuna promocionarme como ventrílocuo. Creí que utilizar en mi beneficio el nombre de Big Henry me ayudaría pero mi notoria falta de talento hizo que me diera de bruces con la realidad. Con lo poco que me quedaba tras mi fugaz paso por el mundo del espectáculo y algún dinero ahorrado de la época dorada de las grandes giras teatrales monté una pequeña zapatería en algún lugar remoto.
Lo último que supe de Henry antes de esta noche fue a través de la televisión, en uno de esos programas en los que entrevistan a viejas glorias olvidadas para saber que fue de ellos. Tenía un aspecto deplorable y su ronquera era ya un hecho. Cuando le preguntaron sobre como desearía finalizar su carrera contestó lo siguiente: "los ventrílocuos, no tenemos carreras sino voces. Creo sinceramente que toda mi vida ha sido una larga y hermosa voz".
Es de noche y acabo de verle de nuevo en un televisor en el escaparate de una de esas tiendas de aparatos electrónicos. Según parece Henry es noticia porque su vida se está consumiendo. En las próximas horas ingresará en un hospital para ser intervenido de una grave enfermedad. No se realmente qué debo hacer. ¿Debería ir a verle?. Está lloviendo de manera insistente y pienso que eso siempre provoca en las personas un cierto sentimiento de duda. Menos cuando uno se está mojando, que en ese caso es una certeza.
miércoles, noviembre 19, 2008
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5 comentarios:
¿por qué no te presentas a algún concurso de relatos cortos? te lo digo en serio.... y para una vez que hablo en serio espero que me hagas caso.
Ó quizá deberías pensar en hacerte ventrílocuo.
Coméntalo con tu ventrículo izquierdo :P
quirúrjica estimado senador es con G
Un gusto leerte, como siempre, a pesar que nunca atiendes a tu farándula blogera. Quizás, en tu próximo cuento, desarrollas uno que se trata de algún snob. Naw! So bromas. Un saludote! :)
Eso de que no atiendo a mi farándula bloguera no lo he entendido.
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