lunes, octubre 06, 2008

Lejos de Tombuctú

Existe una etapa clave en la vida de las personas en la que uno siente la inaplazable necesidad de ver coches aplastados. Bien, yo un día me levanté de la cama y percibí rápidamente que me encontraba de lleno en esa fase.
Acudí a un show genuinamente norteamericano en el que maltratan coches sin que haya ninguna sociedad protectora que proteste. Porque lo que le hacen a esos autos doy fe que se le puede tildar de vejación. Al finalizar el espectáculo, me invadió un sentimiento extraño. Tenía el lagrimal humedecido sin saber muy bien porqué. Sólo percibía una peculiar sensación de nostalgia en la que repetía para mis adentros "no sé que me pasa". Me di cuenta que echaba de menos la lejana Wisconsin. Esto sí que era más extraño aún, porque nunca había estado en Wisconsin. Ni siquiera había estado cerca de ella.
Entonces me acordé de algo que ocurrió hace algún tiempo y que me ayudó a comprenderlo. Sucedió durante los años 90, en los cuales conocí a un tipo con el que sostuve una conversación en la que me afirmaba que él añoraba enormemente los bosques de Canadá. El sujeto nunca había estado en Canadá, pero aseguraba que cada vez que veía un alce se le escapaba una lágrima. De hecho, jamás había visto tampoco un alce en su vida, tan sólo por televisión en los documentales sobre fauna a los que era tan aficionado. Había pensado más de una vez acudir al zoológico a ver si tenían alguno pero no se atrevía porque estaba convencido que si alguna vez veía a uno en persona no aguantaría sin derrumbarse emocionalmente. Tendría entonces que dar explicaciones cuando le preguntaran "qué le ocurría" y que cuando contara la verdad lo ingresarían sin duda en un psiquiátrico por echar de menos un país en el que jamás había puesto un pie. Así que prefería no exponerse al peligro, según me contaba.
A aquel fulano le perdí la pista poco tiempo después, pero ahora que lo he recordado me gustaría imaginarlo paseando por los bosques de Canadá alimentando a su cornamentada fauna a base de hojas de sauce y visitando una vez al año a mis añorados familiares de Wisconsin.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para superar la etapa de los coches aplastados nada mejor que el "Destruction Derby" chaval.