viernes, febrero 08, 2008

Quo Vadis

Se ha hablado mucho últimamente de la importancia del pan de higo en la llamada "sociedad del conocimiento". En concreto, el interés por el receptáculo carnoso de la higuera desecado y prensado con almendras comenzó con la celebrada máxima atribuída al profesor Morgan Sibiesky -"si pan equivale a sociedad e higo a conocimiento, entonces el pan de higo se revela fundamental para el desarrollo de la sociedad del conocimiento"-, frase pronunciada por él mismo ante una múltitud enfervorecida a la par que hambrienta. Los puristas como Peter Druker no se lo tomaron muy bien.
A pesar de no contar con la bendición de los grandes intelectuales, el higo se ha ido evidenciando como indispensable en el proceso de humanización de la sociedad a través sobre todo de su contribución a la tecnología de la información, por encima incluso de su aporte energético en el uso tradicionalmente dado en forma de fruto seco.
El auge del segundo fruto de la cosecha de la higuera ha traido inevitablemente consigo el intento de otros productos estrechamente relacionados, del que la breva es el más representativo sin duda, aunque no se ha consolidado ni mucho menos como una alternativa fiable.
Gracias a la fama obtenida por su intelectual aporte, le fue concedida al preceptor Sibiesky la presidencia de la comisión investigadora constituída al efecto cuyo objetivo más inmediato era pretender explicar de manera motivada, las razones por las cuales habían ido abandonándose ciertos hábitos y costumbres sociales que en un tiempo no muy lejano se evidenciaban fundamentales.
El comité de expertos fue constituído por libre designación a cargo del mencionado doctor entre eruditos que disfrutaran de un amplio conocimiento acreditativo en la materia, descartándose como válidos los f.p.o. de trescientas y nosecuantas horas. La comisión, contando finalmente con un número de 200 miembros, decidió celebrar sus reuniones en un recinto escalonado construído para la ocasión, siendo imprescindible la concurrencia de sus componentes en túnica blanca, a la manera senatorial. Si uno es intelectual, que menos que parecerlo, debieron pensar. El quórum mínimo para la asamblea se encontraba en la calle ancha.
Las reuniones tuvieron lugar durante los meses de julio y agosto, de manera que el uso del manto como ropaje fue tomado en corto plazo como un gran acierto. Los elogios fueron para Sibiesky, que pocos días antes de dicha proposición de vestimenta confirmó que había visto Quo Vadis en la televisión pública. Algunos le tacharon de ser persona fácilmente influenciable.
Finalmente, el documento publicado de manera oficial, comenzaba con una exposición de motivos que contaba con diez puntos básicos en los que era habitual el uso de la coma. A continuación, el escrito recogía toda una serie de hábitos, prácticas y costumbres que se estimaban se estaban relegando al olvido, o que directamente habían desaparecido. En la lista, que se componía de millares de términos destacaban entre muchos otros los siguientes: el uso del sombrero, el kárate como actividad extraescolar, el boniato al horno, los artistas del hambre, el andar al revés, los niños con churretes, las piedras en las lentejas, la ventriloquia... . La publicación concluía con la resolución en la que se abordaban los motivos de este abandono, que constituía el verdadero fruto de los meses de trabajo de la comisión. La disposición contaba con un único punto y una sola oración: Todo se pierde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...¿Qué habrá sido del piñonate...?

Diógenes dijo...

El piñonate al igual que la arropía siguen en vigor, aunque hay que saber donde y como buscarlos.