Una vocal, si está bien situada, puede llegar a cambiar el mundo.
Los acontecimientos ocurrieron una tarde como otra cualquiera. Paseaba apuradillo sin un duro en el bolsillo cuando observé fascinado un letrero en formato Din A4 sobre el cristal de una cafetería que rezaba: Lleven barquillos de canela. Automáticamente sentí la inaplazable necesidad de hacer una leve modificación sobre el rótulo que, por otro lado, supondría un profundo cambio en su contenido. El letrero tras la ingeniosa rectificación quedó de la siguiente manera: Llueven barquillos de canela.
Orgulloso de mi simpática ocurrencia me senté a esperar acontecimientos.
Los primeros viandantes que pasaron junto a la cafetería, en un acto sin duda reflejo reaccionaron examinando el firmamento. Tras un breve rato de contemplación seguían su camino no sin cierto aire de confusión en la expresión de sus rostros.
Conforme pasaron las horas pude atisbar peatones que ya sí que llevaban paraguas, aunque el criterio sobre la posición a fijar del mismo no era ni mucho menos unánime. Algunos de ellos portaban el objeto en su posición tradicional, mientras que otros lo manejaban en la posición inversa, es decir, con el varillaje adoptando una posición convexa y el bastón hacia arriba, en lo que vulgarmente se conoce como posición de recoger caramelos.
Hubo también quien exclamó que, si al mismo tiempo lloviera café constituiría un todo perfecto.
jueves, octubre 11, 2007
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1 comentario:
Quítome el sombrero ante tamaña composición literaria. He de decir, en ilegítima defensa, que más de una vez (es decir, dos) se me ha pasado por la cabeza cambiar algunos carteles urbanos o titulares de periódicos. Bueno, estos últimos son muy susceptibles a dichas bromas ortográficas. Pruebe usted a mezclar los titulares, por ejemplo, de dos o tres de estos al azar.
Ya me contará, ya.
PD: le sigo con asidua frecuencia. Un abrazo.
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