El día en que en la helénica región de la isla de Eskrotos, concretamente en el monte Herob, se manifestó ante mí una Arachis hypogaea de un modo tan llameante, supe que algo de extraordinarias proprociones estaba ocurriendo. No era normal que una legumbre en estado flamígero se le apareciera a uno, y menos si se trataba de la planta del cacahuete o maní. Tenía un mensaje. Una revelación.
Así fue como comencé en el arduo mundo de las religiones mistéricas. Gracias a una revelación.
Y es que, apelando a mi sentido común, como haría cualquier ciudadano con dos dedos de frente, supe de inmediato que era lo que debía hacer. Lo supe con una claridad que hasta llegó a asustarme.
Una semana despúes ya había fundado bajo total secretismo la religión de los amanienses. El culto al dios Cacáhuatl; el todopoderoso panchito. El redentor maní.
Los numerosos miembros que integran nuestra tostada creencia fueron sometidos a múltiples pruebas fruto de un riguroso periodo de preparación. Todos hemos cumplido con una serie de reservados y crujientes ritos de carácter iniciático, todo ello bajo un secretismo y exclusivismo feroz, por razones obvias como la incapacidad humana de aceptar aquello que nunca comprenderá.
Nuestros dogmas y principios apenas han trascendido en los medios de comunicación mundiales, haciendose público tan sólo el uso del manisero en nuestras sesiones.
Todo aquel que sienta que su lugar se encuentra entre nosotros, los amanienses, que no espere a que el maní esté manido y se reúna con sus verdaderos hermanos. Estoy seguro que sabrá encontrarnos gracias a su garrapiñado instinto y que llegará un día no muy lejano en el que la humanidad unida en una sola voz, forme una hermosa oración a modo de invocación, que dirigiéndose a la madre tierra exclame: ¡Cáscaras!
viernes, mayo 18, 2007
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3 comentarios:
Esto del maní manido es como tu obsesión jejejeje
interesantes relato como si encerrara un misterio
interesantes relato como si encerrara un misterio
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