Sólo tengo constancia de una cosa peor que la muerte: un meteorólogo jocoso, chusco, dicharachero y bromista. Un hombre del tiempo amante del chascarrillo, la anécdota, la cuchufleta, la gansada, la burla y la mofa.
Porque de un climatólogo, el pueblo demanda que éste sea monótono, insensible, calmado, anodino, lineal, tedioso... .
Que su naturaleza y finalidad sea meramente informativa. Un hombre de su tiempo que se limite a declamar sobre borrascas, anticiclones y demás alteraciones atomosféricas.
Ruego por tanto, absténganse de pretender transformar el mundo a través de la información meterológica.
Y es que, en esta época que nos ocupa, he visto personas con ansias y actitudes con objeto a cambiar el orbe en el que habitamos en las más diversas formas y medios, de los más elementales a los más insospechados. He observado entes valerse de un espacio de información culinaria y de bricolage entre otros, como base a sus propósitos trascendentales, y la verdad es que el resultado no lo encuentro del todo desfavorable. Pero hacerlo a través de los escasos minutos en los que se extiende la predicción climática en los espacios informativos, hace que el resultado final lejos de ser memorable, se manifieste como algo forzado, fingido, teatral e histriónico, más digno de un sainete o de un triste vodevil que de otra cosa.
Será que soy muy clásico.
jueves, marzo 22, 2007
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