La Caleta es una playa donde no se pierden niños. Sobre la base de esa máxima caminaba entretenido en mis pensamientos, cuando inesperadamente, me crucé con mi camarero habitual. En plena calle y a plena luz del día. El mismo tipo que usualmente me sirve las copas.
No existe situación más extraña que esa. Sabes que tiene vida propia, familia e hijos probablemente, pero aun con todo eso, encontrarlo en la calle, fuera de su habitual recinto, es como cruzarse con un fantasma. Son cosas de bares.
¡Ah, los bares de perdedores! Que entrañable mezcla de genialidad y miseria de la que son testigos sus discretos azulejos. Testigos de conversaciones tan brillantes como la mantenida entre Wyatt Earp y el hombre de detrás del mostrador:
-Y usted Mac, ¿ha estado alguna vez enamorado?
-No señor, yo siempre he sido camarero
Refugio de la derrota, hábitat del antihéroe, admirable ejercicio de solidaria soledad. Soledad, a la que hacía referencia Lord Byron cuando hablaba de salir como medio de renovar la necesidad de estar solo, o cuando afirmaba que "huir de los hombres no quiere decir odiarlos".
Quizá fuera Lord Byron uno de tantos niños perdidos a lo largo del tiempo en las playas gaditanas.
viernes, agosto 03, 2007
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