domingo, abril 16, 2006

I had a dream

Al igual que Martin Luther King, yo tuve un sueño.

Soñé que vendía cacahuetes mágicos, aunque yo prefiero llamarlo magic maní.

Me levanté sobresaltado. Era una señal, no cabía duda. El destino había llamado a mi puerta y había disipado mis dudas. Mi oficio y meta en la vida debía de ser aquel que se me entregó oníricamente: Cacahuetes mágicos.
Sería estupendo, podría hacerme ambulante y llevar la felicidad a todos los seres de este despreciable planeta. Incluso no me parecería tan despreciable.
Solo había un problema, ¿Cómo lograrlo? Como he dicho, no tenía ni la más leve vacilación en que ese había de ser mi destino, pero no me había sido revelado en su totalidad. Necesitaba respuestas.
Corrí por las calles, frenético, fuera de mí, ansioso... . Me detuve ante una tienda de golosinas. Entré y pronuncié estas palabras:

-Deme un kilo de su mejor maní, la clase de maní que le vendería a un elefante para que se fuera satisfecho.

Volví a casa. Esparcí el maní y lo observé concienzudamente. Lo probé. Era maní, un buen maní.
¿Cómo hacerlo mágico? Tuve un flash. Debía hacerlo volar, eso era. El maní tendría que desplazarse volando de mi mano hasta la mano del comprador. Y lo harían bailando charlestón.
Había avanzado en mi objetivo, eso estaba claro, pero una y otra vez me encontraba con el mismo problema ¿Cómo hacerlo?

Consulté todo tipo de fuentes, pero no encontré nada. No había precedentes. Me pasé días y días sin descansar, probando todo tipo de soluciones y elementos sobre el maní. Pero nada. En cuanto lo lanzaba al aire, éste caía por su propio peso. La gravedad se aliaba con mi fracaso.

Pero el séptimo día, tuve una idea. Morfeo me había llevado hasta aquí y Morfeo tenía la respuesta. Debía dormir profundamente, pero no podía soñar con cualquier vulgaridad. Tenía que soñar con los magic maní. Para ello, era necesario que me concentrara totalmente, no podía permitirme fallar. Si tenía que soñar con cacahuetes, lo mejor sería ambientar el lugar de descanso en plan maní.
Inundé la cama de aquellos pequeños frutos secos, los cuales se estaban convirtiendo en mi tormento y éxtasis. Concretamente, coloqué con mimo algunos debajo de la almohada; Al estar más cerca de la cabeza pensé que quizás sería más fácil de esta manera dirigir mi subconsciencia.
Esparcí cáscaras por todo el suelo, incluso realicé una grabación sonora de mí mismo mondando cacahuetes. Todo lo que fuera necesario para un único fin: Pensar en maní.

Con todo dispuesto, me acosté por fin. Estaba rendido, pensando que no me costaría mucho dormir a pesar de la tensión que acumulaba.

De esta manera, me fui adormeciendo y comencé de nuevo el viaje hacia el reino de los sueños, donde todo es posible e inverosimil. Donde King Kong no muere si uno no quiere, donde Bruce Willis es Espartaco, donde Jackie Chan interpreta a Rick en Casablanca, donde El Papa es un coleóptero, donde utopía es más que una palabra aislada... . Allí.

Y de fondo, una música, un crepitar de cáscaras y una voz en mi interior que repetía una y otra vez:

Piensa en maní...
Piensa en maní...
Piensa en maní...
Piensa en maní...
Piensa en mani...
Piensa...
Maní...

1 comentario:

Anónimo dijo...

la euforia alucinogena que ha llegado desde lo mas profundo de las entrañas de mi pie izquierdo hasta la medula osea peluda que tengo detras de las orejas....
gracias!