miércoles, diciembre 21, 2005

Pepín Tre "Por eso me gusta el cine"



"POR ESO ME GUSTA EL CINE"

Mi hermana ha sido torero. No es facil reconocerlo ante ustedes, personas que distan mucho de ser mi hermana y además la mayoría ni siquiera son toreros.

Sarita, mi espectacular hermana, tenía unos trajes de luces de mas de 12.000 Watios y portaba en la sesera esa fulgurante y giratoria bola de discoteca, que convenientemente iluminada, dejaba a sus colegas de tarde, ataviados con la oscura montera, referencia lúgubre al siniestro y folclórico tricornio, sumidos en esa tristeza grave a la que nos tienen acostumbrados los matadores varones.

Todo empezó por mi padre, bienpensante y generoso, sobre todo generoso, aunque también bienpensante , cuando un 14 de abril -el nunca creyó en los reyes- obsequió a nuestra Sarita, alrededor de las once, un precioso toro bravo de color negro carbono, y unos corchos en los cuernos - ¡no se haga daño la niña!.

Mi madre patidifusa, pero con el sentido práctico que tanto ayuda a los niños a distinguir a las madres de los padres, sentenció: ¡NOS LO COMEMOS!

Sarita desconsolada abrazó a su toro negro, mientras el bicho intuyendo que se le escapaba por el rabo, la oportunidad de formar parte de mi familia, modesta y dicharachera, se tumbó bajo el perchero, a la entrada, dando cariñosos lametones al empeine de Sarita.

Y se quedó.

Y le llamamos Viriato.

Mi poniéndose la chaqueta , hombre de acción al fin y al cabo, exclamó con alegría: ¡nos vamos todos al cine!.

Viriato, con ese conocimiento intrínseco del animal frente al medio, sin llegar a los extremos, demostró con claridad que sabía moverse holgadamente en nuestra vida hogareña, retirándose discreto al cuartito de mi hermana.

Y nosotros, pues ¡al cine!.

Por eso me gusta el cine, por el toro de mi hermana.

Dos butacas mas allá, solo y oscuro como la pez, estaba el coronel Morcillo. Le gustó tanto la película, un musical bélico de ambiente precolombino, que lloró muchísimo. Se empapó las chanclas militares y se puso malo. Se le agarró al pecho y le llevaron a urgencias. Y pasó el cometa Halley mientras estábamos dentro. Nos lo perdimos entero por los títulos de crédito. Mi hermana estaba muy triste. Con razón . Mi madre nos consoló, con la lectura en voz alta del Tratado de Maimonides.

A pesar de nuestra edad, escuchamos que este hombre enorme y batallador, dedicó su obra, bajo impulsos no siempre concretos, aunque habitados por esa idea estelar y rutilante que frente a creencias y embates del quehacer humano, soportan el íntimo sostén del intelecto entusiasta, dispuesto a recrear el total que no percibe.

¡ES COMO BYRON!, gritamos, pero bajito.

¡Así es la vida, amiguitos y amiguitas!

Cosas de la infancia analógica que todos tuvimos.

Ahora ya somos digitales.

Yo, llevo un MODEM en el culo , conectado con unos cateter de fibra óptica, a los sampler alojados en mi caja semitorácica.

¡Ya lo no tengo que ir al servicio, ni nada!

Sale todo por la impresora . ¡ Grandioso!

Confío en que todo esto os ayude a afrontar la vida moderna.

¿Mi hermana?. Se casó con otro.

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