viernes, agosto 22, 2008

Herrumbroso Erik

LLegué hasta un baratillo. Voy a echar una mirada, me dije. Siempre se encuentran cosas interesantes. Acababa de bajar de un tren, que es como mejor comienzan las historias.
Objetos de todas las clases y formas. En muchos casos, auténtica chatarra. La manera en que todo estaba "ordenado" provocaba llamativas paradojas. El diario de Anna Frank asomando entre varios libros sobre el nazismo. En otro grupo de libros Pinochet tocándose con Neruda. Una biografía de Mozart junto a un cd de Ricky Martin. Ojeo a Mozart. Una anécdota: una baronesa-duquesa-marquesa le dice al maestro tras oirlo tocar: Maestro, daría media vida por tocar como usted, a lo que Mozart contesta Señora baronesa, y ¿qué cree usted que he hecho yo?. No puedo estar más de acuerdo. Tras Mozart, me llama la atención un libro sobre Einstein con un sospechoso agujero en la portada. Un calibre 38, según calculé. Quizás obra de los nazis que están junto a Anna Frank.
Entre la morralla un objeto reclama mi interés. Un hacha herrumbrosa. Cuánto vale. Sí, me lo quedo. ¿Es pieza única, verdad?
La coloco en mi hogar dentro de una vitrina con una placa al lado. Como si fuera el British Museum. Me invento una historia para fanfarronear. El arma fue propiedad de Leif Eriksson, hijo de Erik el Rojo. Fue descubierta hace más de 800 años en Canadá. Robada y vendida múltiples veces, he dedicado mi vida a seguirle la pista hasta que dí con su actual propietario en Alejandría. Ahora yo soy el propietario por una cantidad que no pienso desvelar. Una historia digna de un guión de Indiana Jones. Voy a ser la envidia del vecindario.
Cara de tonto. Es lo que se me queda cuando semanas después observo un tipo por la calle con otro hacha de Eriksson. Si lo ha visto el vecindario, estoy perdido. En los días posteriores veo más. Se ha puesto de moda Erik el Rojo. Cielo santo.
Regreso a "Canadá". Diviso al mercachifle. Le insulto. Estafador, etc. No se aceptan devoluciones. Hijodeperra. Acepta finalmente que lo cambie por otro artículo. ¿Sabían que Einstein maltrataba físicamente a su mujer?

domingo, agosto 03, 2008

Berzópolis

Berzópolis es el nombre con el que el famoso filántropo Walter Whestler ha decidido bautizar a la isla caribeña que adquirió recientemente, en recuerdo a los maravillosos días pasados en el lejano 2008 en la ciudad de Cádiz, donde coincidiera con el por entonces candidato a la presidencia de EEUU, Barack Obama, en lo que supuso el nacimiento de una amistad entre ambos que a día de hoy permanece inquebrantable.

Quiso el destino que Whestler -de retiro vacacional- y Obama -de gira preelectoral- se conocieran tras el aclamado discurso de este último en la famosa plaza de San Antonio, en la cual el público gaditano fiel a su estilo desenfadado e irónico despidiera a Obama con gritos de "pregonero" "pregonero". El mítin -recordado como uno de los más elocuentes del actual presidente- finalizó con un espontáneo e histórico Y el que no diga ole... por parte de Obama que desencadenó un enorme jolgorio entre el respetable que abarrotaba la plaza.

Según la prensa de la época, tras la ovacionada disertación y rompiendo todo tipo de protocolo, la delegación del candidato, junto con Whestler y un grupo de amigos de la peña "Obama en adobo" declinaron seguir con el plan de actos oficiales diseñado por el gobierno local, sustituyéndolo por un informal almuerzo en la afamada peña "Los Adoquines" donde entre plato y plato de berza fue germinando una verdadera exaltación de la amistad.

Cuentan que fue allí donde Obama proclamó su elogio a la piriñaca con las palabras -esto está pa matarse- a lo que un miembro de su gabinete respondió -Sí, es como el réquiem de Mozart, que es un réquiem pa matarse-, mientras flotaba de fondo en la peña -por petición expresa del senador- el saxo de John Coltrane. Obama como no, tiraba siempre para los suyos.

Afirman los presentes que uno de los momentos álgidos se produjo cuando la expedición decidió abandonar la peña por unos instantes para dirigirse rumbo a la playa de La Caleta. El ya desordenado grupo lo encabezaba entonces un consejero de la NASA, profundamente excitado ante la idea de conocer que era aquello denominado "Club Marte".

El fin de fiesta del histórico acontecimiento desembocó en un nuevo retorno a Los Adoquines, donde nos aseguran que le interpelaban constantemente al candidato:

-Obama, dónde esta Mc Cain?

A lo cual según testigos directos respondía con guasa el senador: -Creo que aún sigue con las patatas.

También cuenta la leyenda que ya por entonces, a esas alturas de la noche ya no sonaba el bueno de Coltrane, sino que la delegación en pleno mal cantaba "Ay vaporcito del Puerto" y que cuando le preguntaban a Obama:

-Barack, ¿nos tomamos la penúltima?
-Yes, we can -contestaba este siempre con una sonrisa.